Texto sobre la obra de Florencia Caizza
Residencia Rumor, Cordillera Galería
Santiago, junio 2020
Entro a la página de Flor con el plan de recorrer su trabajo, si es posible, indagar en sus contextos y experiencias, ir así, desde lo general a lo particular. Qué ganas de estar en esa galería, pienso, qué ganas de caminar, de acercarme. Por ahora, observo las imágenes, circulo y deslizo el cursor por la pantalla.
Acordamos conversar por video, una hora, distintos días. Hablamos allí de procesos y del ritmo desacelerado, tanto del confinamiento, como de nuestro propio actuar. Del arte, la pedagogía y la familia, de los planes, el paisaje y las fronteras. “Tiempo”, mencionamos muchas veces, tiempo “improductivo”, tan distante de aquel experimentado, y sobreexigido, en la actualidad.
Le comento a Flor: me da la impresión que tu trabajo funcionara a dos escalas; en la distancia y composición estructural de las formas, y simultáneamente, en la proximidad y particularidad de los materiales. Observo nuevamente el registro digital de las piezas, pienso en los fragmentos que se ensamblan, en la geometría y la elegancia que adquieren las estructuras. Si estuviera presente junto a aquellos objetos, me fijaría en volúmenes o texturas, si pudiese detenerme y hacer el ejercicio de enfocar, vería también en detalle, la aspereza o delicadeza de las partes. Justo ahí, donde la obra hace surgir el material.
Papel, cartón, alfombra, telgopor o plumavit, insumos a disposición para trabajar. Revestimientos, embalajes o reversos, elementos casi descartables, que pasan lentamente del espacio doméstico al taller, del taller al cotidiano. Que sirven para deambular, curiosear, demorar. Para fijar la atención en gestos y huellas fortuitas sobre las superficies. Sin automatizar ni establecer sistema, sino más bien, desviándose dentro de algún método temporal, probando sensibilidades, y de vez en cuando, fallando con intención.
Aparecen entonces manos, uñas y marcas sutiles, en este acercamiento que ideo, al recorrer mentalmente el taller de Flor. Asistiendo, en mi cabeza también, a la instancia de exhibición de alguno de sus proyectos. Como origen y conclusión provisoria de un ciclo minucioso y ralentizado, de un proceso constante, que imagino en silencio, siempre expresivo, siempre permeable.
Andrea González
Artista residente