Texto expositivo de Colectivo Aduana
Biblioteca Viva Norte, Santiago, agosto 2016
La sociedad contemporánea puede describirse con el desarrollo de los sistemas de control, estructuras dominantes sin límites de espacio o tiempo, capaces de adaptarse a cada etapa de nuestra existencia [1]. Modulaciones que definirían nuestra configuración como sujeto, comprensión de la realidad, vida en comunidad, interacción y funcionamiento. Sistemas de normalización, que finalmente, están exigiendo de nosotros una conducta determinada.
Reflexiones provenientes de distintas disciplinas han relatado y generalizado un malestar. Este como consecuencia de un modo de vida demandante y precario, caracterizado por desigualdad social, territorial, racial y de género. Pareciera que en la era actual, donde intereses económicos prevalecen, medios de comunicación designan pautas de comportamiento y nuevas tecnologías despliegan redes de dependencia y vigilancia, no hubiese lugar para la duda, la equivocación o la subversión, sino solo para la obediencia y un gran temor, responsable de hacer que todo funcione [2].
Para este proyecto, establecemos la posibilidad de existencia de una verdad natural u original, y para aproximarnos a ella, nos basamos en fundamentos de la fenomenología [3]. Intentamos acceder a cierta realidad a través del contacto de nuestro ser físico con el mundo material; utilizamos el cuerpo, la acción y la percepción, ubicándonos en un lugar impreciso, una estructura imaginaria desde donde se concibe un estado de latencia o vigilia continua. En este espacio sin conquista ni frontera, proponemos una travesía, el imposible tránsito hacia un etapa anterior, hacia una ilusión de desconocimiento, hacia el origen o el vacío.
Los trabajos en este caso, son homólogos a la ceremonia y al tiempo ritual. En ellos, los artistas asumimos el rol de mediadores, dispuestos al trance y la revelación. La performance ofrece instrumentos para remitir a toda imposición social y construir desde ahí una lógica transitoria, en donde la reiteración de la palabra y los ciclos de la tierra, actúan como agente de limpieza y apuntan a retroceder o permanecer, más allá de nuestros límites espaciales y temporales. A través del ejercicio, pretendemos liberar, develar una trampa o crear un nuevo lenguaje. La obra opera en ese intersticio, en la oscilación, en la duda.
Finalmente, ante la hipótesis de que existe una verdad original, y de que accedemos a ella a través de la interacción de nuestro cuerpo, debemos cuestionarnos ¿cuál es el lugar del arte en este proceso? ¿puede la obra abstraerse de todo modelo dominante? ¿existe algún poder transformador en la acción? ¿de qué forma nuestro trabajo se relaciona con el espectador? ¿es posible conceder herramientas, eliminar prejuicios, volver a un estado esencial?. Como respuesta anticipada, precisamos que en esta fase de creación, nos deshacemos de la certeza y proponemos una búsqueda: estamos dispuestos sobre todo a errar.
Andrea González
Artista
[1] Deleuze, G. (1995). Posdata sobre las sociedades de control. En Conversaciones, Valencia: Pretextos.
[2] Bukowski, C. (2012). Un mal viaje. En La máquina de follar, Barcelona: Anagrama
[3] Merleau-Ponty, M. (1986). El ojo y el espíritu. Barcelona: Paidós.