Publicado en RAM (Revista Archivo Manoseado)
Segunda edición, Valparaíso, diciembre 2018
‘Preludio’ es un proyecto llevado a cabo durante 2017, en el que propuse un sistema de creación basado en la generación de un video mensual, de enero a diciembre. Cada pieza duró máximo dos minutos y funcionó para extender ciertos procesos introspectivos, que se estructuraron en capítulos (Febrero, Marzo, Abril) y fueron publicados en internet, donde pueden visualizarse de forma cronológica o aleatoria.
El trabajo fue la continuación de una dinámica realizada anteriormente de manera colectiva. Esa vivencia distinguió ciertas lógicas que quise seguir explorando, sobre todo para no perder el hábito del ejercicio, la instancia de prueba, el registro parcial de experiencias y la factibilidad de producir obra.
El proyecto en un inicio fue descrito como el despliegue del proceso creativo. Según la definición de su título, contendría todo “aquello que precede y sirve de entrada, preparación o principio a algo”, por tanto, todas aquellas ideas previas y originarias de la obra de arte, entendida desde su concepción más tradicional.
Cada pieza integra archivo audiovisual personal, así como descargado de la web. Es el resultado de cierta organización, llámese guión o boceto, que incluye escritos y dibujos para disponer esos archivos a modo de materiales. Provengo de las artes visuales y el video ha sido un formato que me permite estudiar el cruce de disciplinas, experimentar sobre todo la fusión entre imagen, texto y sonido.
Errancia: acción de errar (andar vagando)
Para comenzar, el trabajo estableció ciertos parámetros, como contener elementos característicos o representativos del periodo en el que fue realizado (noticias, imágenes familiares, anotaciones, definiciones de diccionario), pudiendo este ser registrado o recopilado en cualquier momento (meses, años atrás). Sin ir en busca de resultados particulares, se guió por el imaginario propio, prácticas meditativas y otras especulaciones, incluyendo sobre todo el evento fortuito, la casualidad o los errores de formato.
A partir de fragmentos compuso relatos que dan pie a reflexiones y repercuten en las piezas siguientes; dinámica que aprovechó siempre las libertades de ser entrenamiento o ensayo, asumiendo el riesgo de dispersión formal y conceptual, para ojalá, hacerse cargo de una narración fraccionada, que apuesta por estar siempre armándose y desarmándose como estructura.
La utilización de archivos descargados de internet, evidenció las posibilidades que brinda la plataforma como banco de información, así también el flujo de imágenes al que estamos expuestos, en medios de comunicación, redes sociales y dispositivos asociados. Planteé entonces, transparentar el proceso de creación como experiencia reflexiva, definir al artista como receptor y generador de imagen, productor en respuesta a lo que observa. Advertir el potencial de las imágenes de configurar realidades e instar a su contemplación activa, en el sentido de exigir una lectura o asimilación.
Sin preverlo, el proyecto adoptó un poco la forma en que deambulamos por la red, o quizás, el modo en que opera nuestra mente. Como navegación que hace saltar de un comentario a otro, de un titular a una canción, de una animación a un mail por enviar. Fue inevitable que en el transcurso surgieran preguntas que se han hecho varios: ¿necesito registrar algo nuevo?, ¿grabar ese sonido, sacar esa foto?. Y en torno a la noción de autoría, ¿a quién pertenecen los archivos?, ¿si el material está tan disponible, es imperativo incluir créditos?, ¿a quién se los doy?. Al final, entendiendo el arte contemporáneo como apropiación y cita, no parece novedad que mi rol de creadora sea este, una rutina de descarga y compartición, probablemente nuestra manera más común de relacionarnos.
Una cámara entró por mi ombligo (nos mostró lo que ya sabíamos)
La idea inicial se fue desarrollando con espontaneidad. Las escasas premisas sirvieron para adoptar un método, pero sobre todo, para indagar problemáticas en el camino. El recorrido definió la necesidad de asimilar información; descifrar, transmutar, plantear subjetividades y relaciones improbables, así como definir pautas de edición, cíclicas, incluso reiterativas.
Supongo que de esa forma descubro la existencia de una lógica propia en la fase de montaje, en la que los elementos seleccionados con anterioridad, ahora sirven en un ejercicio de traducción. Allí son transcritos o trasladados de un código a otro: sonido a texto, texto a imagen, imagen a sonido, así sucesivamente.
Llega un momento en el que soy parte -operadora, interlocutora, mediadora- de una especie de ritual, donde los materiales funcionan en la descomposición, yuxtaposición y recomposición de capas, transparencias, profundidades o dimensiones de la imagen, las que tienden a revelar una verdad fugaz, que deja rastro, pero desaparece, para luego solo percibirse como eco. O con eso fantaseo yo.
Algunas “conclusiones”
Las comillas son intencionales. Asumo que el proceso no ha finalizado y por ahora solo me gustaría llegar a expectativas, enunciados y resoluciones variables.
Advierto que desde un principio tuve la inseguridad de que esta propuesta hablara desde el “yo”, que cayera en una excesiva auto-referencia. El temor fue atenuado al apostar por el diálogo con un posible espectador, por generar un discurso abierto que mostrara lo particular en lo universal, por confiar en la finalidad acaso más genuina de la obra de arte, que es reconocerse en un otro.
Admito que cuando establecí la calendarización de videos, no me percaté de que el trabajo funcionaría como filtro, que los materiales y aparatos (cámara, computador, pantallas) estarían siempre supeditados a un tiempo y a un espacio. Esos ritmos, ese escenario, son resultado del filtraje que realiza el cuerpo, un cuerpo que experimenta, que muta, que se afecta y reacciona según factores biológicos o sociales, contextuales al fin, tan comunes y tan diversos en el ser humano.
Por último, presagio que siempre tendré la sensación de que la esencia de la obra artística se desplaza por un carril diferente, que hacemos intentos por aprehender lo que lleva consigo, por proponer un lenguaje que traduzca, que diga aquello que no se puede decir. En ese esfuerzo, delineo una idea, acoto un desfase. No tengo claro si ‘Preludio’ es una obra en sí, si es la primera etapa de algo, o si es el bosquejo de trabajos que vendrán a futuro. En eso seguiré pensando.
Andrea González
Artista